miércoles, 12 de septiembre de 2012

Somos como niños: malos

Mi rudimentario método para copiar en los exámenes de BUP -omito citar la EGB por pudor- nunca falló. Consistía en una chapuza de papel pegado, y escrito, claro, en la cara interna de la camisa. Ya sentado en el pupitre, si caía la breva en el control, le daba la vuelta muy-muy-muy despacio a la prenda, agitándose a la par la sudoración y la respiración, y me ponía tibio. Igual que ahora con quien tenga la mala suerte de caer a mi lado en una rueda de prensa, vaya. El padre Palacín, que en paz descanse, no se coscó jamás. Ahora bien, año tras año todos los profesores, mayormente curas, soltaban la cantinela: "Copiando no me engañáis a mí, sino a vosotros mismos". Pretendían inculcar los valores de que hacer trampa está mal, mentir está mal, bla bla bla. Ja, pensaba uno entonces.

Yo, que no entraba en el Top 50 de gente mafia de mi colegio, me saqué algún que otro aprobado, quizás un bien, no creo que ningún notable, con el infalible y cutre método. Y después de 20-25 años puedo decir que los maestros estaban equivocados. Sus intenciones eran loables, válgame Dios, pero cuando llegas a mayor, por desgracia, te das cuenta de que todo el mundo hace trampa y miente, el juego sucio está a la orden del día. Y no me refiero sólo a los políticos. Hablo de todos, empezando por servidor.

Me da lástima por el padre Palacín. Creo que él sí pensaba de veras que hay que ir de frente por la vida, decir siempre la verdad y no engañar a nadie, ni por 40 duros ni por 40.000 euros. Aquí aplaudimos la estafa, el mangazo, y así nos luce el pelo. Mi tocayo sacerdote podía estar tranquilo: lucía una calva reluciente como una patena.


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